La próxima semana vendrán a visitarnos profesores de diferentes países de Europa: Polonia, Grecia, Turquía e Italia. Participamos con ellos, en un proyecto que se llama "Living together, healthy together".
El martes día 30 de noviembre hemos preparado unas actuaciones para darles la bienvenida. Participarán tod@s l@s alumn@s desde 3º de educación infantil hasta 6º de primaria. Haremos canciones, bailes, poesías, chistes y danzas regionales, y esperamos que les guste mucho.
Ya os contaremos en el blog que tal ha ido la visita.
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La seguridad de nuestros jóvenes es primordial. En un entorno educativo como un instituto, se dan cita diariamente cientos de personas. Profesores, alumnos, personal administrativo, todos conviven en un espacio que, si bien debería ser seguro, siempre existe el riesgo de algún incidente. Y uno de los más temidos, sin duda, es un incendio.
¿Te imaginas un fuego descontrolado en el aula de informática? ¿O en el laboratorio de química? El caos sería absoluto. Por suerte, existen medidas de seguridad para prevenir y combatir estas situaciones, y entre ellas, el extintor CO2 juega un papel fundamental.
Antes de hablar de su importancia en los institutos, ¿sabemos realmente qué es un extintor de CO2? Se trata de un dispositivo diseñado para extinguir incendios mediante la liberación de dióxido de carbono (CO2). Este gas, al ser más pesado que el aire, desplaza el oxígeno necesario para la combustión, sofocando así las llamas.
Versatilidad: Los extintores de CO2 son efectivos contra una amplia gama de incendios, incluyendo aquellos provocados por líquidos inflamables, gases y equipos eléctricos. Esto los convierte en una opción versátil para un entorno tan diverso como un instituto.
Limpieza: A diferencia de otros tipos de extintores, el CO2 no deja residuos. Esto es crucial en espacios cerrados como las aulas, donde la limpieza rápida es esencial para minimizar las interrupciones en las clases.
Seguridad para equipos electrónicos: En un mundo cada vez más digitalizado, los institutos cuentan con numerosos equipos electrónicos. El CO2 no daña estos dispositivos, lo cual es una ventaja significativa frente a otros agentes extintores.
Fácil manejo: Aunque su uso requiere cierta formación, los extintores de CO2 son relativamente fáciles de manejar y no presentan un riesgo significativo para las personas que los utilizan correctamente.
Formación específica: Es imprescindible que tanto el personal docente como el no docente reciban formación específica sobre el uso correcto de los extintores CO2. Se deben realizar simulacros de incendios periódicamente para que todos sepan cómo actuar en caso de emergencia.
Ubicación estratégica: Los extintores deben estar ubicados estratégicamente en puntos accesibles y visibles de cada planta del instituto. Deben estar señalizados claramente y mantenerse en perfecto estado de funcionamiento.
Mantenimiento preventivo: Es fundamental realizar un mantenimiento preventivo regular de los extintores de CO2. Esto incluye revisiones periódicas para garantizar que están correctamente cargados y que no presentan fugas.
Aunque los extintores de CO2 son una herramienta esencial para combatir incendios, la prevención siempre debe ser la prioridad.
Sensibilización y formación: Educar a los alumnos sobre las medidas de prevención de incendios es fundamental. Se deben impartir charlas informativas sobre el uso correcto de equipos eléctricos, la manipulación de sustancias inflamables y las vías de evacuación.
Mantenimiento de instalaciones: Es crucial realizar un mantenimiento adecuado de las instalaciones eléctricas, de calefacción y de ventilación del instituto. Se deben revisar periódicamente los sistemas de alarma de incendios y garantizar su correcto funcionamiento.
Prohibición de fumar: El tabaco es una de las principales causas de incendios. Por ello, se debe prohibir estrictamente fumar en todas las instalaciones del instituto.
La seguridad de nuestros jóvenes es una responsabilidad compartida. Contar con extintores de CO2 en los institutos es una medida de seguridad imprescindible para proteger a toda la comunidad educativa. Sin embargo, es fundamental recordar que la prevención es la mejor estrategia. A través de la formación, la sensibilización y el mantenimiento adecuado de las instalaciones, podemos crear un entorno seguro y libre de riesgos para todos.
Vivimos tiempos de certezas volátiles y certezas ardientes. Literalmente. La seguridad estructural, antes un dato más de los planos, es ahora una prioridad absoluta para ingenieros, arquitectos y responsables de prevención. Y ahí, en el discreto margen de las normativas y los reglamentos técnicos, está ella: la pintura ignífuga para hierro, esa heroína silenciosa que no busca reconocimiento, pero que actúa cuando más se la necesita.
No hablamos de una simple capa de pintura, sino de una tecnología de protección pasiva capaz de ganar tiempo en una situación donde cada segundo cuenta. Porque no se trata solo de proteger un edificio: se trata de proteger a quienes están dentro de él. Por eso, en estos días, cuando la conciencia sobre los incendios se entrelaza con las exigencias de sostenibilidad y responsabilidad civil, la ignifugación ha dejado de ser una opción para convertirse en obligación. Y si no, que se lo pregunten a quienes diseñan hospitales, colegios o centros logísticos.
Hoy, más que nunca, se impone hablar de ignifugaciones. Porque la seguridad no se improvisa: se proyecta, se ejecuta y se protege.
La pintura ignífuga es un revestimiento técnico especialmente formulado para retrasar la acción destructiva del fuego sobre estructuras metálicas. Cuando las temperaturas superan ciertos umbrales, la pintura reacciona químicamente, expandiéndose y formando una espuma carbonosa que actúa como barrera térmica.
Esta capa, que puede alcanzar varios centímetros de espesor, evita que el hierro alcance temperaturas críticas (alrededor de 500-600°C), momento en que el acero comienza a perder resistencia estructural. En otras palabras: le gana tiempo al fuego. Y eso, en un incendio, puede marcar la diferencia entre el derrumbe y la contención.
El hierro es fuerte. Muy fuerte. Pero no es invencible. Basta que el calor se intensifique para que empiece a doblarse como si fuera mantequilla. Una estructura metálica sin protección ignífuga es una trampa. Y en un incendio, el tiempo que tarda en ceder puede ser de apenas unos minutos.
Por eso, aplicar pintura ignífuga a los elementos estructurales no es solo recomendable: es una medida estratégica de seguridad. Además de prevenir colapsos, permite evacuaciones más seguras y facilita el trabajo de los equipos de extinción. Una edificación que mantiene su esqueleto en pie es una edificación recuperable.
Y en ciudades donde los riesgos conviven con la densidad poblacional y los espacios compartidos, como en ignifugaciones en Barcelona, estas medidas no solo salvan infraestructuras: salvan vidas.
La aplicación no es cosa de manitas del bricolaje. Requiere conocimiento técnico, cumplimiento de normativas y supervisión. El proceso general suele seguir estos pasos:
No es lo mismo pintar una viga en una nave industrial que los pilares de un auditorio. Cada caso requiere un estudio técnico previo que determine la solución óptima. Y aquí entra en juego la experiencia del aplicador y la calidad del producto elegido.
Hace unos años, el recurso habitual eran los morteros ignífugos. Efectivos, sí, pero toscos, pesados, difíciles de aplicar y de mantener. Hoy, las pinturas intumescentes han tomado el relevo, combinando tecnología, estética y rendimiento. Menos espesor, mayor eficiencia. Y sin comprometer el diseño de interiores ni sobrecargar estructuras.
La protección pasiva contra incendios ya no es una molestia. Es una ventaja competitiva en cualquier proyecto de arquitectura o ingeniería.
Y para quien quiera profundizar más en estas soluciones que trabajan en silencio, recomendamos este recurso clave: protección pasiva contra incendios.
La versatilidad de este producto permite su uso en múltiples sectores. Algunos de los más habituales:
En un reciente incendio en un complejo logístico de Tarragona, las estructuras de hierro protegidas con pintura ignífuga resistieron más de 120 minutos sin sufrir daños estructurales graves. Los bomberos destacaron el buen comportamiento de la ignifugación, que facilitó las tareas de extinción y evitó el colapso del edificio.
Ese margen de tiempo fue clave. No hubo víctimas. El sistema funcionó. La pintura ignífuga para hierro cumplió su misión.
Actualmente, muchos fabricantes han desarrollado fórmulas sin disolventes, de bajo contenido en COV (compuestos orgánicos volátiles) y sin toxicidad en la combustión. Esto convierte a la pintura ignífuga en una solución sostenible, alineada con los estándares ambientales y de construcción verde (LEED, BREEAM, WELL).
La pintura ignífuga para hierro no busca protagonismo. No llama la atención en un edificio. No brilla. Pero cuando el fuego aparece, se convierte en la diferencia entre el desastre y la oportunidad. Entre el colapso y la resistencia. Entre el caos y la evacuación ordenada.
Hoy más que nunca, apostar por la ignifugación es apostar por la vida. Es construir con conciencia. Y no hay nada más moderno que eso.